El embarazo y la pérdida
Ana María descubre, meses después del abandono de Ricardo, que está embarazada. Este descubrimiento la llena inicialmente de alegría, pues siente que, a pesar del rechazo, Ricardo sigue presente en su cuerpo, modificándolo y creciendo dentro de ella.
Durante este período, vive una extraña conexión con la naturaleza y desarrolla caprichos inesperados, como desear intensamente fresas heladas o contemplar colores amarillos. Se abandona a una dulce pereza y posterga cualquier decisión sobre su futuro.
Un día, atraída por una misteriosa fuerza, Ana María siente la presencia de Ricardo en la distancia. Esta conexión física la lleva a caminar hasta verlo a lo lejos, conduciendo caballos en el horizonte, confirmando su extraño vínculo sensorial con él.
Trágicamente, esa misma noche, Ana María sufre una caída por las escaleras que provoca la pérdida de su embarazo. A la mañana siguiente, vuelve a su vida normal "con sus impávidos ojos de niña", tejiendo como si nada hubiera pasado, pero marcada para siempre por esta pérdida.